miércoles, 17 de septiembre de 2008

La casa de los abuelos


Boomp3.com

Foto: Simone.
Texto: Jean-Paul.
Música: Fernando Cabrera.

Cuando recuerdo la casa de mis abuelos me acuerdo siempre de las baldosas brillando de lluvia, del murito que no podía trepar sin ayuda, y del hormiguero cerca de la puerta.

Una calle alejada del centro de la ciudad de Minas, vecinos que saludan con infinitos buenos días. Mirar antes de cruzar es un ritual sin demasiado sentido práctico, un perro se despereza en la esquina, otro duerme en el asfalto.

Parece que allí no fuera a pasar nunca nada. Es domingo.

viernes, 22 de agosto de 2008

Llueve


Foto: Simone.

Texto: Jean-Paul.


Claro que es cierto. La lluvia tiene algo de animal. Me parece que es porque no importa cuántos hombres de lentes gruesos la estudien, ni cuántos aparatos la midan, mantiene siempre una cuota impredecible. O quizás sea porque vive como vivió desde que alguien le dijo “lluvia” y porque a los niños les gusta jugar con ella. Tal vez porque a pesar de que ignora su destino se empeña en cumplirlo.


La lluvia tiene algo de animal gigante porque deja su huella nítida, porque transforma los paisajes. También porque da sustento a los hombres y no pide nada a cambio.


La lluvia tiene algo de animal porque es muy vieja y no lo sabe.

domingo, 10 de agosto de 2008

Postal de Cuba

Foto: Simone.
Texto: Nicolás Guillén - José Martí.

Por el Mar de las Antillas

(que también Caribe llaman)
batida por olas duras
y ornada de espumas blandas,
bajo el sol que la persigue
y el viento que la rechaza,
cantando a lágrima viva
navega Cuba en su mapa:
un largo lagarto verde,

con ojos de piedra y agua.
Nicolás Guillén (fragmento de "Un largo lagarto verde").


Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento

que en la mano le tiembla! Está vacío

en donde estaba el corazón. Ya es hora

de empezar a morir. La noche es buena

para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo

habla mejor que el hombre.

José Martí (fragmento de "Dos patrias").

jueves, 31 de julio de 2008

Lo contrario de los viajes


Foto: Simone

Texto: Emerson Klappenbach.


Lo contrario de los viajes

es tu casa.

El que viaja busca lejos

y aquí hay.


El que viaja vuelca el tiempo

en sus paisajes,

y aquí todo el tiempo es poco

para estar.


Mientras pájaros y nubes

y los barcos

pasan lejos, aquí el fuego

del hogar.


Mientras caen del otoño

las maneras

sube el humo de tu casa

y su bondad.


Los caminos por el mundo

no terminan.

Tú los haces en tu puerta

terminar.


Y los vientos vagabundos

ya quisieran

tus ventanas abrir pronto

y descansar.


Lo contrario de los viajes

es tu casa

pues tu casa tibia invita

a no viajar.


Lo contrario de los viajes

porque siempre

el que viaja busca lejos

y aquí hay.


(1958)

sábado, 12 de julio de 2008

Tregua de invierno


Foto: Simone.
Texto: Jean-Paul.
Música: Silvio Rodríguez.


Una vieja tradición enseña que una noche austral de mediados de julio debe ser fría, o, cuando menos, fresca. La de hoy, sin embargo, se empeña en desafiar al almanaque. Claro que es una rebeldía inútil, seguramente el domingo traerá una inhóspita tarde importada desde Antártida. Y con ella, un penetrante olor a lunes. Será terrible. Pero esta noche ignora su inminente derrota, y es feliz en su breve heterodoxia.

Es cierto que está destinada a terminar (¿hay algo que no lo esté?), sin embargo, mientras dure, es una pequeña grieta en la muralla gris de la tradición. Y eso está bien.

miércoles, 9 de julio de 2008

Tratos con Morfeo


Artista invitado: Xul Solar.
Texto: Jean-Paul.


Cuando era niño podía elegir mis sueños. Funcionaba así: al caer rendido en el reino de Morfeo, entraba en una habitación amplia, de paredes oscuras. Allí, ya preparadas previamente por el Ello (supongo ahora con mi mente adulta y lectora de Freud), había, en pantallas grandes y separadas, tres o cuatro sinopsis de sueños, en los que me veía a mí mismo andando en bicicleta, corriendo en la playa, y protagonizando toda una saga de aventuras variopintas. De esas opciones, elegía, a mi infantil saber y entender. Claro que a veces la síntesis era engañosa, y luego me encontraba en algo muy distinto a lo que la pantalla me había vendido. Pero bueno, más vale que uno se acostumbre a recibir gato por liebre ya de chico nomás.

Esa suerte de selección onírica asistida no era garantía de nada, tampoco. Acordar algo con los sueños no implica tener un pacto con las pesadillas. Los monstruos y los precipicios aparecían lo más campantes en mis sueños, alterando, aterrando la calma de mi cama de niño.

Dejemos a la infancia por aquí, porque ya se escucha el trote cercano de la nostalgia. Ahora soy grande, y mis sueños se niegan a negociar condiciones. Los más audaces, incluso, amenazan con volverse realidad.

lunes, 7 de julio de 2008

Hombre mirando al Sur





Foto: Simone.
Texto: Jean-Paul.
Música: Jorge Drexler.

No soy muy versado en ramblas. Conozco sólo las que miran al Río de la Plata, pero me alcanza y me sobra para saber que me cautivan. Quizás sea la resistencia estoica de las grandes piedras frente a la incesante violencia de las olas, o tal vez esa inagotable reserva de atardeceres.


Siempre pensé que, si alguna vez vivo lejos de la costa, la voy a extrañar. Estar en la rambla de Montevideo siempre me hizo sentir en casa. Suena cursi, lugar común, todo lo que quieran, pero es así. Mirar al sur y sentir frío en la cara y en las manos, pensar en todas las cosas de las que el río fue testigo, respirar el viento, estrenándolo, porque parece aire nuevo, que nadie hubiera respirado jamás; si uno no extraña eso de esta ciudad, es que realmente no la conoció bien.


Hay una hora particularmente entrañable, que parece escapada del país de los sueños. Cuando el sol se fue, pero dejó un poquito de luz olvidada. Son minutos, en invierno poco más que segundos. El cielo queda de un azul luminoso, la noche parece empezar por el mar, luego pasa a la arena y trepa hasta la rambla. De a poco todo se hunde en la oscuridad, y la luna y las estrellas empiezan a reclamar su momento. Pero en esos instantes después del anaranjado atardecer, un paño azulado cubre el mundo y saluda la llegada de la noche.

Y no hay lugar como la rambla de Montevideo para verlo.