Artista invitado: Xul Solar.
Texto: Jean-Paul.
Cuando era niño podía elegir mis sueños. Funcionaba así: al caer rendido en el reino de Morfeo, entraba en una habitación amplia, de paredes oscuras. Allí, ya preparadas previamente por el Ello (supongo ahora con mi mente adulta y lectora de Freud), había, en pantallas grandes y separadas, tres o cuatro sinopsis de sueños, en los que me veía a mí mismo andando en bicicleta, corriendo en la playa, y protagonizando toda una saga de aventuras variopintas. De esas opciones, elegía, a mi infantil saber y entender. Claro que a veces la síntesis era engañosa, y luego me encontraba en algo muy distinto a lo que la pantalla me había vendido. Pero bueno, más vale que uno se acostumbre a recibir gato por liebre ya de chico nomás.
Esa suerte de selección onírica asistida no era garantía de nada, tampoco. Acordar algo con los sueños no implica tener un pacto con las pesadillas. Los monstruos y los precipicios aparecían lo más campantes en mis sueños, alterando, aterrando la calma de mi cama de niño.
Dejemos a la infancia por aquí, porque ya se escucha el trote cercano de la nostalgia. Ahora soy grande, y mis sueños se niegan a negociar condiciones. Los más audaces, incluso, amenazan con volverse realidad.